Ser portero en el fútbol exige valentía, liderazgo y una calma inquebrantable. Pero ser padre también. Miguel Lloyd, uno de los guardametas más emblemáticos del fútbol dominicano, ha logrado equilibrar ambas facetas con una entrega que lo hace destacar tanto dentro como fuera de la cancha.
Con una trayectoria que incluye su paso por clubes de República Dominicana, Argentina, Trinidad y Tobago, y especialmente por el Cibao Fútbol Club, Miguel ha sido mucho más que un simple arquero: ha sido símbolo de constancia, compromiso y orgullo nacional. Su nombre resuena con respeto en cada rincón donde se hable de fútbol caribeño.
Pero detrás del uniforme, de los guantes y las atajadas memorables, hay un hombre que vive su mayor campeonato en casa: la paternidad. Padre amoroso y presente, Miguel ha convertido su rol en el hogar en una extensión de sus valores deportivos. En cada consejo que da a sus hijos, en cada juego que comparte con ellos, siembra las mismas semillas que lo llevaron a triunfar en el deporte: disciplina, humildad y pasión.
“Siempre digo que el mayor legado que puedo dejarles no son los trofeos ni las medallas, sino el ejemplo”, ha dicho en entrevistas. Y ese ejemplo se construye día a día, desde la manera en que enfrenta la adversidad hasta cómo celebra los pequeños logros de sus hijos, como si fueran goles en una final.
En el Día del Padre, Miguel Lloyd se convierte en símbolo no solo del deporte dominicano, sino de lo que significa ser un verdadero papá: alguien que protege, que enseña, que acompaña, que inspira.
Entre atajadas y abrazos, entre entrenamientos y tareas escolares, Lloyd demuestra que la grandeza no se mide solo en títulos, sino en amor, en entrega, en el tiempo que se da con el corazón.
