El legendario exboxeador Mike Tyson, de 58 años, sorprendió al mundo al regresar al cuadrilátero para enfrentar a Jake Paul el pasado 15 de noviembre. Aunque la pelea terminó con una derrota unánime para «Iron Mike», este expresó su gratitud por haber tenido la oportunidad de subir al ring nuevamente, especialmente después de haber enfrentado serios problemas de salud meses antes del combate.
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Una batalla por su vida en junio
Tyson reveló que en junio estuvo al borde de la muerte debido a una grave úlcera estomacal que le provocó una significativa pérdida de sangre. El campeón mundial de los pesos pesados tuvo que recibir ocho transfusiones de sangre para estabilizarse y recuperar la mitad de la sangre perdida durante su hospitalización.
Además, perdió más de 11 kilos (25 libras) de masa corporal, lo que representó un desafío físico y emocional para recuperarse en el corto plazo antes de su pelea contra Paul.
«No me arrepiento de haber subido al ring una última vez», declaró Tyson tras la pelea. «Casi muero en junio. Tuve que luchar para recuperar mi salud y poder pelear, así que siento que gané en otro sentido», expresó el exboxeador en un mensaje publicado en redes sociales.
A pesar de la derrota, Tyson destacó la experiencia de haber competido frente a un público multitudinario en el estadio de los Dallas Cowboys y la oportunidad de que sus hijos lo vieran en acción.
Una pelea controversial
El combate entre Tyson y Paul fue ampliamente criticado por la falta de intensidad, algo que se atribuyó tanto a la diferencia de edades como a las dificultades físicas que Tyson arrastraba tras su complicada recuperación. Aun así, para el veterano boxeador, el verdadero triunfo radicó en su capacidad de superar la adversidad y presentarse en el ring.
Con esta pelea, Tyson se despide definitivamente del boxeo activo, dejando un legado marcado por sus victorias históricas, su resurgimiento personal y su espíritu inquebrantable, incluso frente a las circunstancias más desafiantes.