Apolinar García fue uno de los lanzadores más destacados de la Liga Dominicana de Béisbol (LIDOM) en la década de los 90, cuando formó parte de las Águilas Cibaeñas, equipo con el que ganó tres campeonatos nacionales y uno de la Serie del Caribe.
Sin embargo, su carrera no tuvo el mismo éxito en las ligas menores de Estados Unidos, donde jugó por 10 temporadas sin llegar a las Grandes Ligas.
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Hoy, a sus 52 años, Apolinar se dedica a reparar gomas en un taller improvisado en su natal Bonao, donde vive con su esposa y sus cuatro hijos. Su ingreso mensual es de unos 15 mil pesos, muy lejos de los 40 mil que llegó a ganar como lanzador en su mejor momento. Su único medio de transporte es una passola que le regaló un amigo.

Apolinar no recibe ninguna pensión ni ayuda económica por parte de las Águilas o de la liga de béisbol. Tampoco tiene una casa propia ni un vehículo. Su vida es una lucha constante por sobrevivir y mantener a su familia, que solo ha podido darle educación universitaria a uno de sus hijos.
“Laboro como ayudante en la gomera, es lo que hay hasta ahora y lo hago con amor y honradez, pues de ese trabajo es que nos mantenemos en el hogar”, dijo García.
A pesar de las adversidades, Apolinar no pierde la fe ni la esperanza. Dice que se siente orgulloso de su trayectoria como lanzador y que agradece el cariño de los fanáticos que lo recuerdan con admiración. También sueña con ser exaltado al Salón de la Fama del Béisbol Dominicano, donde cree que merece estar por sus números y sus méritos. Mientras tanto, sigue reparando gomas, con la misma entrega y dedicación que mostraba en el montículo.